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Columna de opinión publicada en Cooperativa aquí

Las universidades estatales han sido pilares fundamentales en la construcción del Chile moderno. Desde sus aulas y laboratorios han surgido avances científicos, movimientos sociales, líderes políticos y soluciones concretas a los grandes desafíos del país. A lo largo de la historia, estas instituciones no solo han formado profesionales desde Arica a Punta Arenas: han ampliado horizontes, democratizado el conocimiento y permitido que generaciones de familias chilenas -muchas de ellas primeras generaciones universitarias- den un salto decisivo en sus proyectos de vida. Ingresar a una universidad estatal no fue solo acceder a la educación superior, fue abrir una puerta de esperanza y transformación que antes parecía lejana.

Hoy, recogiendo esa herencia de transformación y compromiso, las universidades estatales enfrentan nuevos desafíos en un país que cambia a una velocidad inédita. El histórico descenso en la natalidad -documentado recientemente por el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) y analizado por diversos centros de estudios- plantea un futuro donde habrá menos estudiantes jóvenes ingresando a la educación superior. Este escenario nos desafía a reimaginar el rol de las universidades estatales: no solo como instituciones dedicadas a la formación de pregrado, sino también como centros dinámicos de educación continua y de formación de postgrado, capaces de acompañar a su ciudadanía en todas las etapas de su desarrollo.

Conscientes de que este nuevo Chile también exige instituciones más abiertas, inclusivas y representativas, las universidades estatales han fortalecido su compromiso democrático. Gracias a la Ley N° 21.094 sobre Universidades Estatales, promulgada en 2018, y al proceso de adecuación que culminó en 2024, se aprobaron nuevos estatutos que consagran una gobernanza más inclusiva y participativa.

En la Universidad de Santiago de Chile, mediante el Decreto con Fuerza de Ley N° 29 publicado el 30 de septiembre de 2024, se oficializó que académicas/os, estudiantes y funcionarias/os podían elegir a sus autoridades colegiadas. Este proceso, que se realizó la semana pasada, marcó un hito: fue la primera universidad estatal de gran tamaño en restituir plenamente el voto triestamental en órganos colegiados tras la dictadura. Esta recuperación no es solo un acto simbólico: es un reconocimiento profundo de que las buenas ideas, los liderazgos y los sueños para una mejor universidad pueden surgir desde cualquiera de los estamentos que componen nuestra comunidad. Aunque aún persisten desafíos, como avanzar en la plena incorporación de las/os profesoras/es por horas de clases en la participación institucional, este avance representa una renovación del espíritu democrático, inclusivo y de responsabilidad social que caracteriza a nuestras universidades públicas.

No obstante, es necesario reconocer que aún subsisten inconsistencias que deben ser resueltas para fortalecer de manera definitiva la democracia y la excelencia universitaria. La elección de rector o rectora, que sigue realizándose exclusivamente entre académicos/as -a diferencia de la elección de Enrique Kirberg en 1969, donde la participación triestamental era una realidad-, mantiene requisitos de elegibilidad que no exigen poseer grado de doctorado, a pesar de que este es el estándar requerido hoy para ingresar como académico/a a las universidades estatales. Esta incongruencia normativa resulta particularmente llamativa: mientras que a un nuevo académico o una nueva académica se le exige acreditar estudios de postgrado, para liderar toda la institución basta con contar con un título profesional de cinco años de duración. Esta brecha no solo es anacrónica, sino que también atenta contra el objetivo de alinear la excelencia académica con el liderazgo institucional.

Estas brechas, si bien aún persisten, no deben hacernos perder de vista el horizonte mayor: este avance debe ir inseparablemente unido al compromiso con la excelencia académica. Chile necesita universidades estatales de alto prestigio y calidad, que sigan siendo motores de movilidad social y de desarrollo nacional. Asegurar la acreditación institucional y de todas las carreras de pregrado y programas de postgrado ante la Comisión Nacional de Acreditación (CNA), mejorar continuamente los indicadores de desempeño en estándares internacionales reconocidos por la comunidad académica global -y no mediante redefiniciones locales alejadas de la realidad competitiva mundial-, y trabajar de manera sostenida para posicionar a nuestras universidades estatales entre las 10 mejores de América Latina, son metas ineludibles para honrar la confianza que el país deposita en su sistema público de educación superior.

Asegurar calidad y prestigio también implica comprender que la esencia de las universidades estatales no radica únicamente en transmitir conocimiento existente, sino en crearlo, cuestionarlo y expandirlo. En este sentido, la Ley N° 21.094 reafirma una verdad que ha estado presente desde el origen de nuestras universidades públicas: que la ciencia, la creación artística y la innovación son funciones esenciales de su misión. Desde sus inicios, las universidades estatales chilenas han sido centros de pensamiento crítico, de avances científicos y de exploraciones creativas que no solo impactan al país, sino que transforman la experiencia educativa del estudiantado.

Formarse en una universidad que investiga, que innova, que genera conocimiento nuevo, es profundamente distinto a estudiar en una universidad que se limita a la docencia. En una universidad científica, los y las estudiantes no solo aprenden respuestas: aprenden a formular preguntas, a pensar con rigor, a buscar soluciones en campos donde todavía no existen manuales. Ese es el verdadero sentido de la educación superior pública: formar personas capaces de pensar con rigor, de crear soluciones nuevas y de liderar los cambios que Chile necesita. No es construir castillos en el aire: es cimentar los pilares de una sociedad libre, justa y resiliente. Generar conocimiento libre y socialmente pertinente es, hoy más que nunca, la mejor herramienta para fortalecer la democracia y construir un país más sostenible y más humano.

Para impulsar esta misión, no basta la voluntad institucional. Se requieren también instrumentos de apoyo estratégico. En esta línea, el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación ha implementado el Programa de Financiamiento Estructural para Universidades (FIU), que entrega recursos para fortalecer la investigación científica, modernizar la infraestructura y consolidar redes de innovación y transferencia tecnológica en nuestras instituciones estatales. Pero el FIU no está solo: iniciativas como los programas de Innovación en Educación Superior (InES) -en sus componentes de I+D, Género y Ciencia Abierta- promueven el fortalecimiento de capacidades científicas, la equidad de género en investigación y la democratización del conocimiento. Asimismo, proyectos de transformación como Ingeniería 2030 -en el ámbito de las ingenierías-, Ciencia 2030 -focalizado en fortalecer las ciencias naturales y exactas- y Conocimientos 2030 -que impulsa la modernización de las humanidades, las artes y las ciencias sociales- están promoviendo una profunda renovación de la formación, la investigación y la vinculación con la sociedad en las universidades chilenas.

Hoy, Chile necesita universidades estatales fuertes: instituciones democráticas, de excelencia y profundamente comprometidas con el desarrollo de su ciudadanía. La ciencia pública, cultivada en sus aulas y laboratorios, no es solo un patrimonio que debemos preservar: es la energía vital que permite imaginar, construir y habitar el país que soñamos. Una universidad que investiga, que crea y que innova no solo forma profesionales: forma ciudadanas y ciudadanos críticos, creativos y capaces de liderar los cambios que la sociedad exige.

Fortalecer la ciencia en nuestras universidades estatales es fortalecer la democracia, la equidad y el futuro de Chile. Este año, en que nuevamente como ciudadanía elegiremos a quienes liderarán los destinos del país, sería fundamental que las y los candidatos presidenciales reconozcan el aporte histórico de las universidades estatales y se comprometan a fortalecerlas, entregándoles las herramientas necesarias para que, desde la ciencia y el conocimiento, puedan contribuir a resolver los grandes desafíos que enfrentamos como sociedad. Hoy más que nunca, las universidades del Estado están llamadas a ser el corazón vivo del conocimiento, la conciencia crítica y la esperanza de un país que está en transformación.

Dr. Juan Escrig Murúa

Decano de la Facultad de Ciencia Usach

Los recientes resultados del SIMCE 2024 vuelven a encender las alertas sobre una brecha de género que se amplía en matemática. Las estudiantes de 4° básico alcanzaron un puntaje promedio de 258 puntos, mientras que sus pares masculinos llegaron a 271. Una diferencia de 13 puntos, la mayor de la última década. 

Entre las múltiples causas, una de las más invisibilizadas en la infancia es la distribución de responsabilidades domésticas. ¿Nos hemos preguntado cuánto tiempo dedican nuestras hijas, sobrinas o estudiantes a estas tareas en comparación con sus pares masculinos? 

Una investigación realizada por Unicef en 2016 reveló que las niñas entre 5 y 14 años dedican un 40% más de tiempo que los niños de su edad, a las labores domésticas. Un equivalente a 160 millones de horas más. Solemos desconectar esta realidad con la ciencia y el hecho de que muchas niñas decidan no seguir carreras científicas, pero es algo que es urgente de reflexionar.

En una entrevista reciente, me preguntaron: “¿Qué hace una científica? Explícalo de manera sencilla para una niña de 10 años”. Pensé un momento y respondí que observamos el mundo, nos hacemos preguntas, formulamos respuestas posibles, investigamos, analizamos datos y sacamos conclusiones. Después de reflexionar sobre mi propia respuesta, me quedó aún más claro que el trabajo científico requiere concentración. ¿Cómo cumplir con estas exigencias cuando nuestra mente está saturada con preocupaciones domésticas y responsabilidades no compartidas?

No podemos ignorar que las mujeres siguen cargando con la mayor parte de las tareas domésticas y de cuidado, lo que impacta directamente en sus posibilidades de desarrollo académico y profesional. Es por esto que la corresponsabilidad es parte de lo que desde el Eje de Liderazgo y Participación Femenina del Consorcio Science Up en la Usach promovemos, pues es clave para acortar estas brechas.

Si realmente queremos que más mujeres se integren a la academia y se conviertan en científicas sobresalientes, debemos redistribuir las tareas del hogar y promover la corresponsabilidad. La equidad no es solo una meta educativa, sino una transformación cultural urgente. Reflexionemos sobre la brecha de género en educación y ciencia, porque la verdadera revolución no está solo en los laboratorios ni en las aulas, sino también en nuestros hogares.

Dra. Daniela Soto Soto
Coordinadora del Eje de Liderazgo y Participación Femenina
Consorcio Science Up
Universidad de Santiago de Chile

Carta al Director publicada en La Tercera aquí

SEÑOR DIRECTOR:

Quienes representamos a las universidades vinculadas al programa ANID “Ciencia e Innovación para el 2030”, consideramos atingente invitar a la ciudadanía a reflexionar sobre el porvenir de Chile como sociedad que anhela un desarrollo integral y sostenible, donde el conocimiento es un cimiento indispensable para abordar los desafíos de estos tiempos.

El incentivo a la creatividad promovido por estos proyectos, a través del quehacer de las facultades científicas de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Universidad Católica del Norte y Universidad de Santiago de Chile, refuerza el rol de nuestras universidades como ejes del desarrollo científico, tecnológico y social del país, con pertinencia territorial. En este camino, gracias a proyectos como el Consorcio Science Up, hemos dado vida a espacios creativos que visibilizan materialmente las ideas innovadoras, fomentando soluciones concretas a desafíos locales y globales.

Reconocemos el valor de iniciativas estatales como el Programa de Financiamiento Estructural I+D+i Universitario (FIU) y albergamos la expectativa de que las administraciones venideras instauren políticas que aseguren un financiamiento constante. Sin duda, esto articulará esfuerzos entre academia, industria y gobierno, capitalizando la experiencia de programas como el nuestro, para así construir un futuro más sostenible y basado en el conocimiento.

El país que visualizamos demanda esta alianza colectiva con el quehacer científico e innovador, como impulsores de un Chile con mayor prosperidad, sustentabilidad y equidad.

Alberto Monsalve González, Vicerrector de Investigación, Innovación y Creación, USACH

Luis Mercado Vianco, Vicerrector de Investigación, Creación e Innovación, PUCV

Mónica Guzmán González, Vicerrectora de Investigación y Desarrollo Tecnológico, UCN

Autor Juan Escrig Murúa, columna publicada por Cooperativa.cl

Marzo marca el inicio de un nuevo año académico en el hemisferio sur. Los pasillos se llenan de vida con el regreso de los estudiantes a colegios, institutos y universidades. Es un mes de reencuentros, pero también de primeras experiencias para quienes inician una nueva etapa en su educación. Algunos se enfrentarán a escenarios desconocidos, desafíos académicos inexplorados y la oportunidad de descubrir nuevas pasiones. Así como la nanotecnología ofrece un campo de infinitas posibilidades, la educación es también un terreno donde pequeñas acciones pueden generar grandes cambios.

Al igual que cualquier proceso de crecimiento, aprender requiere tiempo, paciencia y un entorno adecuado. Imaginemos una semilla de manzano: pequeña y simple, sin ramas ni frutos, pero con un potencial inmenso para convertirse en un árbol frondoso. Nadie espera que produzca manzanas de inmediato. Se le brinda tierra fértil, agua y sol con paciencia, mientras su desarrollo se da a su propio ritmo, desde la germinación hasta la floración. Cada etapa es esencial para que el árbol crezca fuerte y dé frutos.

De manera similar, cada estudiante transita su propio camino, con tiempos distintos y experiencias únicas. En la educación, no se trata de apresurar el proceso ni de juzgar las primeras etapas, sino de proporcionar las condiciones necesarias para que cada persona pueda desarrollar su potencial. El aprendizaje no es solo una acumulación de conocimientos; es un viaje de transformación en el que cada desafío y vivencia contribuyen al crecimiento.

En este contexto, son fundamentales iniciativas como el Consorcio Science Up, integrada por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Universidad de Santiago de Chile y Universidad Católica del Norte, quienes tienen como objetivo transformar sus facultades de ciencia para el desarrollo del país. Su enfoque busca formar estudiantes altamente competentes, proporcionándoles las herramientas necesarias para desarrollar investigación aplicada, innovación de vanguardia y emprendimientos científicos y tecnológicos. Esta visión integral prepara a las nuevas generaciones para enfrentar los retos del futuro y ser los protagonistas de la transformación que la ciencia y la tecnología impulsarán en nuestra sociedad.

No obstante, en este proceso, uno de los mayores desafíos es la concentración. Vivimos en un mundo hiperconectado, lleno de distracciones a solo un clic de distancia. La mente humana funciona como una linterna en la oscuridad: lo que enfoca se ilumina, se vuelve más nítido. Pero cuando esa luz se dispersa entre demasiados estímulos, perdemos claridad. La concentración, entonces, implica dirigir nuestra atención de manera intencionada, evitando que se diluya en distracciones. En un mundo saturado de información, aprender a enfocar la mente se vuelve tan esencial como el conocimiento mismo.

Para lograrlo, es crucial crear espacios libres de interrupciones, establecer momentos de descanso y usar herramientas que ayuden a mantener el enfoque. Al igual que un atleta entrena para mejorar su resistencia y técnica, un estudiante debe entrenar su capacidad de concentración y pensamiento crítico, elementos claves para el aprendizaje profundo y duradero.

Desde Cedenna, impulsamos iniciativas que acercan la ciencia y la nanotecnología a las nuevas generaciones. La educación científica no solo busca formar profesionales, sino también inspirar a los jóvenes a explorar, cuestionar y atreverse a imaginar soluciones innovadoras para los desafíos del futuro. En este sentido, la nanotecnología nos muestra que incluso en la escala más diminuta, es posible transformar materiales, desafiar los límites de la tecnología y generar impactos significativos en áreas tan diversas como la medicina o la energía sustentable.

Además, como Decano de la Facultad de Ciencia de la Universidad de Santiago de Chile, quiero compartir algunas recomendaciones para aprovechar al máximo esta etapa:

🔹 Para el estudiantado: No teman cometer errores; cada fallo es una oportunidad para aprender. Cultiven la curiosidad y el pensamiento crítico. Encuentren momentos de concentración plena y minimicen las distracciones. Y, sobre todo, confíen en su propio proceso de crecimiento.

🔹 Para el cuerpo docente: Inspirar es tan importante como enseñar. La ciencia y la nanotecnología nos demuestran que lo pequeño puede cambiar el mundo; del mismo modo, una palabra de aliento o una explicación bien dada pueden marcar la diferencia en el aprendizaje de un estudiante. Debemos crear entornos donde el error sea parte del proceso y donde la curiosidad sea la chispa que encienda el conocimiento.

El aprendizaje es un viaje, no una meta. Así como en la nanotecnología cada átomo cuenta, en la educación cada experiencia suma. Acompañemos este proceso con paciencia, pasión y el asombro de quien ve crecer un manzano desde la semilla hasta su primer fruto.

Por Juan Escrig Murúa, decano de la Facultad de Ciencia de la Universidad de Santiago de Chile, publicada en Cooperativa.cl

En el marco del Día Mundial de la Creatividad y la Innovación es oportuno reflexionar sobre el informe del Índice Mundial de Innovación 2023, elaborado por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), que ha captado la atención nacional al revelar un cambio de posición significativo en el panorama regional de la innovación.

Después de nueve años de liderazgo, Chile ha cedido el primer lugar regional a Brasil. Este revés nos desafía a repensar nuestra estrategia en un momento en el que la innovación y la creatividad son fundamentales para impulsar el desarrollo económico y social, ya que pueden favorecer el crecimiento económico y la creación de empleo, al mismo tiempo que amplía el abanico de oportunidades para todas y todos.

El informe destaca la importancia de que las empresas tengan acceso a las capacidades necesarias para aprovechar las nuevas tecnologías, desde competencias científicas hasta infraestructura tecnológica. En este sentido, el Centro de Nanociencia y Nanotecnología (Cedenna) emerge como un actor clave, impulsando la colaboración entre la ciencia y el mundo empresarial para catalizar la innovación y la transferencia de conocimiento, ya que pueden aportar soluciones a algunos de los problemas más acuciantes, como la erradicación de la pobreza y la eliminación del hambre.

Chile posee una base científico-tecnológica sólida y un potencial excepcional en mercados de frontera. Sin embargo, debemos superar los desafíos en la conexión entre la ciencia y la empresa. En este punto, el Consorcio Science Up asume un rol vital al formar estudiantes altamente capacitados en lo disciplinar, pero preparados para desarrollar investigación aplicada, innovación de vanguardia y emprendimientos de base científica-tecnológica.

Tomando en cuenta que la creatividad y la innovación humanas, tanto a nivel individual como de grupo, se han convertido en la verdadera riqueza de las naciones en el siglo XXI, mucho depende de nuestra capacidad y voluntad de aprovechar las oportunidades y responder estratégicamente. Es necesario actuar rápidamente, impulsando las alianzas científico-industriales que nos permitan construir un futuro más innovador y próspero como nación.

Por la edición 2024 del Día Mundial de la Creatividad y la Innovación, recordamos la importancia de la innovación como motor de progreso y desarrollo. Este análisis del Índice Global de Innovación 2023 nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre nuestos puntos fuertes y áreas de mejora en el camino hacia una mayor innovación. Con determinación y colaboración, podemos consolidar nuestra posición como líderes en innovación en la región y aprovechar al máximo el potencial de nuestro talento y recursos para construir un futuro más próspero y sostenible para todas las personas.

La divulgación acerca de mujeres en la ciencia y sus contribuciones, es esencial para combatir estereotipos de género que aún prevalecen en nuestra sociedad, y que podrían limitar la elección de carrera de las estudiantes.

En este sentido, la visibilidad de mujeres científicas contribuye a la construcción de modelos a seguir (role models) que desafía la percepción tradicional de la ciencia como un campo dominado exclusivamente por hombres, inspirando a las jóvenes a considerar las carreras STEM como un área donde pueden desarrollarse profesionalmente.

Por otra parte, al resaltar la trayectoria de las mujeres en la ciencia, se contribuye a la construcción de un entorno más inclusivo y motivador, donde todas las personas pueden participar por igual. La diversidad de perspectivas que aportan las mujeres en la investigación científica no solo enriquece el conocimiento científico, sino que también promueve la innovación al considerar una variedad de enfoques y soluciones. Esto es necesario para fomentar una representación más equitativa en todos los niveles del quehacer científico.

Finalmente, destacar los logros de las mujeres científicas no solo rinde homenaje a su dedicación y talento, sino que también desempeña un papel crucial en la eliminación de barreras sistémicas que pueden limitar el avance de las mujeres en la ciencia. Al poner de relieve las historias de éxito y los desafíos superados, se fomenta un cambio cultural que valora y celebra la diversidad de voces en la comunidad científica.
Carla Hernández Silva. Coordinadora Eje LPF USACH

Con un proyecto de educación científica, GeoSpace Math de la Facultad de Ciencia ganó Bootcamp Science Up. Una iniciativa que en la etapa de talleres de este programa realizó una encuesta a profesores, la cual arrojó que menos de un 15% utiliza herramientas didácticas, lo que aducen que se debe a las restricciones económicas en las escuelas y a la sobrecarga laboral. Resultados que se transformaron en los puntos fuertes de su propuesta. 

“La mayoría de las herramientas científicas o software son súper caros. Yo estudié en Puente Alto, donde había necesidades más básicas que atender. Además, los profesores tienen una sobrecarga absurda de trabajo. Decidimos hacer un kit económico, para mostrar que la física no es solamente ecuaciones o un cálculo fome, sino algo que también se puede experimentar”, indicó Yerko Jelcic Iturra, Director de GeoSpace Math. 

Actualmente el kit está compuesto por un magnetómetro, un acelerómetro, un termómetro y un hidrómetro, al cual se suma material pedagógico para apoyar a los docentes en su implementación. Todas estas herramientas se asocian al desarrollo de la física espacial, atractiva área de estudio que esperan motive a los y las escolares a conocer más esta disciplina.

“Dentro de la labor de un científico o científica, independiente del área que estudia, está la divulgación. Sin embargo, cuando se trata de física muchos dicen que no la entienden, pero si se puede llegar a entender. Por eso hicimos la conexión con la pedagogía, porque queremos implementar lo que sabemos y en un lenguaje más comprensible”, señaló Yerko.

El equipo de estudiantes está compuesto por Yerko Jelcic Iturra, Britany Jeria Barrios, Guillermo Caro Lillo; de Ingeniería Física; y Carla Paredes Triviño y Amanda Fernández Muñoz, de Pedagogía en Matemática y Ciencia de la Computación. 

“Estamos construyendo el prototipo, el cual implementaremos en cinco escuelas antes de fin de año. Luego realizaremos una encuesta a la gente que lo usó para actualizarlo e implementarlo en un mayor número de escuelas, sin alejarnos del objetivo principal que es que sea económico”, expresó el estudiante.

Columna de opinión

Esta interrogante aparece de forma continua cuando se piensa en incorporar acciones que impulsen la participación de las mujeres en la ciencia. Algunos señalan, que ya no existen barreras entre los géneros para estudiar estas disciplinas o más aún, que no existen brechas a la hora de liderar y participar en proyectos de investigación o avanzar en su carrera académica. Sin embargo, esas mismas cifras dan a relucir que aún falta por avanzar en esta materia. 

Investigaciones señalan que desde los seis años a las niñas se les asocia menos a la brillantez frente a los niños. Ya en la adolescencia se muestran más reacias a tareas matemáticas y científicas. Llegado el momento de escoger una carrera, surge un fuerte efecto intergeneracional, pues reproducen las carreras de sus madres, generalmente más feminizadas. De esta forma, se fugan estos talentos a otras áreas.

Nada justifica que la mitad de la humanidad esté marginada de una de las actividades más importantes para nuestro desarrollo. Estamos al debe. Sólo el 30% de quienes realizan investigación son mujeres. Históricamente han estado infrarrepresentadas en el campo de las ciencias, debido a prejuicios y estereotipos de género arraigados en nuestra cultura.

Aumentar su participación es vital para lograr una sociedad más equitativa e inclusiva, algo que también reconocen instituciones de carácter internacional como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), al referir que su inclusión, aumenta la creatividad, la innovación y el pensamiento crítico en la investigación y desarrollo de soluciones para los problemas globales.

Las académicas son modelos a seguir y mentoras para la próxima generación de científicas, que al ver a referentes femeninas exitosas y empoderadas, pueden sentirse más confiadas en sus habilidades, tener el coraje de perseguir sus intereses y desarrollar al máximo su potencial.

Hay que reducir las brechas, como el orden cultural que atribuye al género masculino más capacidades que al femenino, debido a que, en la práctica, esto se traduce en posiciones de poder injustamente distribuidas y el no reconocimiento como seres en igualdad de derechos y deberes entre hombres y mujeres.

Revertir esto es una tarea que nos compete a todos y todas quienes trabajamos en estas áreas. Las instituciones deben generar un espacio y normativas que permitan lograr esta tarea, no tan solo en las universidades, sino también en las escuelas.

Hoy más que nunca es preciso una educación que derribe los estereotipos y la asignación de roles entre los géneros, relevando modelos femeninos en todas las áreas del conocimiento, con el objeto de visibilizar la importancia de una mayor participación y liderazgo de las mujeres en todos los campos y, en particular, en las áreas STEM donde las brechas son aún más acentuadas.

Entonces, volviendo a la pregunta, ¿por qué queremos más mujeres en la ciencia? Porque las necesitamos. Necesitamos a cada una de las investigadoras que puede realizar un aporte con su mirada y experiencia. Porque “cuando buscamos talento en una población entera, en lugar de sólo en la mitad de ella, se abren posibilidades infinitas” (Favill y Cavallo, 2014).

Eje de Liderazgo y Participación Femenina

Consorcio Science Up

PUCV, UCN y USACH

Dr. Juan Escrig, Decano de la Facultad de Ciencia de la Universidad de Santiago de Chile e investigador de CEDENNA.

Hay tres temas que preocupan a las universidades chilenas que están formando a las y los futuros científicos quienes son fundamentales para el desarrollo del país. Estos son la armonización de los currículos, con el objetivo de fomentar el espíritu emprendedor e innovador de las y los estudiantes, fortaleciendo además la internacionalización y transversalización de las carreras científicas; la imprescindible vinculación de estas casas de estudio con el entorno social y productivo, con especial atención en las comunidades de cada territorio y región en la que se encuentran las universidades; y dar paso a una mayor presencia femenina en las carreras científicas, no solo porque somos conscientes de las brechas de género presentes en las disciplinas STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas), sino que también porque la experiencia ha demostrado que los equipos mixtos se complementan y trabajan mejor.

Tres universidades, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (PUCV), la Universidad Católica del Norte (UCN) y la Universidad de Santiago de Chile (USACH), todas con una fuerte vocación social y regional, han creado el Consorcio Science Up a partir de la adjudicación del proyecto Ciencia e Innovación para el 2030 de la CORFO, buscando implementar un plan de desarrollo estratégico que les permita trabajar, desde sus facultades científicas, en las tres áreas previamente mencionadas considerando desafíos para el corto, mediano y largo plazo.

Llegar a esta etapa no fue sencillo, ya que requirió primero de un diagnóstico interno en cada institución, que permitió detectar las brechas en innovación y emprendimiento que tenían nuestras carreras científicas, además de un benchmarking internacional (Universidad de Pittsburgh, Universidad de Carnegie Mellon y Texas Tech University en Estados Unidos; Universidad de Bristol en el Reino Unido, Universidad de Radboud en Holanda y Universidad de Ciencias Aplicadas de Munster en Alemania), el cual nos permitió detectar las buenas prácticas factibles de implementar en nuestras instituciones.

Es importante tener presente que toda transformación, para que logre su fin, requiere consensuar visiones comunes, razón por la cual las acciones y actividades del Consorcio son construidas con y para la comunidad universitaria. Un ejemplo de esto es la iniciativa Auspicio y Patrocinio Science Up, que busca apoyar iniciativas que promuevan la divulgación, valoración y/o fomento de la innovación, el emprendimiento de base científica tecnológica y la transferencia tecnológica al interior de las facultades científicas asociadas al Consorcio.

Además, la idea es aprovechar las fortalezas y trayectorias de las facultades individuales, así como la sinergia generada en el marco de este proyecto, razón por la cual, por ejemplo, la Facultad de Ciencia junto con la Facultad de Química y Biología de la USACH están organizando, en forma conjunta, tanto el Festival de la Ciencia, dirigida a público general, como la Feria Científica, dirigida especialmente al mundo escolar. Además, las facultades asociadas al Consorcio se encuentran trabajando para establecer un lenguaje común, definiendo competencias en innovación y emprendimiento que puedan dar origen a un Minor en Innovación y Emprendimiento para Carreras Científicas común. Así, en vez de competir, buscamos sumar esfuerzos.

Cuando hablamos de armonización curricular nos referimos a trabajar de forma coordinada para diseñar e implementar cambios curriculares y extracurriculares tanto en nuestras carreras de pregrado como en nuestros programas de postgrado, con el objetivo de formar estudiantes competentes en su formación disciplinar, pero -al mismo tiempo- con capacidades para desarrollar investigación aplicada, transferencia y desarrollo tecnológico, innovación de vanguardia y emprendimientos de base científica tecnológica. La idea es avanzar hacia un sello distintivo en la formación de profesionales altamente competentes tanto en lo disciplinar como en las habilidades de carácter transversal que demanda la sociedad actual. 

Cuando planteamos la necesidad de una mayor vinculación con el entorno socioeconómico, creemos imprescindible poner nuestra atención en las brechas de desarrollo de los territorios en los cuales estamos insertos, ya que la idea es contribuir activamente desde nuestras capacidades, pues la ciencia y la tecnología no solo nos permiten generar un impacto sobre la economía local, sino que también nos permite influir y mejorar la calidad de vida de sus habitantes.

Sobre este punto, comenzamos por identificar los actores claves, destacando nuestras y nuestros ex estudiantes con quienes estamos desarrollando un importante trabajo de fidelización, ya que a partir de ellas y ellos podemos vincularnos directamente con el sector productivo donde se desempeñan. La idea es generar un vínculo permanente y bidireccional, de beneficios mutuos, estableciendo relaciones de confianza y cercanía con nuestro entorno social y económico.

El trabajo del Consorcio no solo se centra en las competencias de nuestras y nuestros estudiantes, sino que también en la construcción y el diseño de estrategias que nos permitan fomentar el liderazgo y la participación femenina al interior de nuestras facultades científicas. Los desafíos del siglo XXI nos obligan a repensar y modernizar nuestros procesos de enseñanza, implementando metodologías de aprendizaje activo para la innovación educativa de nuestras carreras, pero considerando en todo momento las transformaciones culturales que nos permitan disminuir las brechas de género en el ámbito profesional y en las propias disciplinas. Para ello, estamos fomentando, desde etapas muy tempranas de formación, las vocaciones científicas tecnológicas, con especial énfasis en niñas y mujeres. 

En conclusión, el Consorcio Science Up, impulsado por tres de las principales universidades del país, nos permitirá formar a la próxima generación de científicas y científicos quienes, desde Chile, podrán construir un futuro lleno de oportunidades, siendo capaces de crear y exportar tecnología avanzada, impulsando una economía de innovación y bienestar para toda la sociedad.   

La curiosidad es el motor de estas iniciativas literarias, que logran vincular las inquietudes de las nuevas generaciones con el conocimiento, sumándolas a los nuevos desafíos de la sociedad.

En este mes del libro, en Science Up compartimos iniciativas de divulgación científica de las facultades que nos conforman, donde la curiosidad de sus protagonistas guían las historias. Obras que vinculan los conocimientos generados en la universidad con la sociedad, especialmente con las nuevas generaciones, motivando su interés por la ciencia.

“Naturaleza de la ciencia para todos”

Libro que le habla a las personas que logran palpar en la estructura de la naturaleza el conocimiento científico. Iniciativa que devela quiénes desarrollan la investigación científica actualmente,  cómo generan sus hallazgos y cómo luego los comunican.

Su objetivo fue responder a “cualquiera que tenga un mínimo de interés por la ciencia sabe algo acerca de los astros, los animales, las células o los átomos”, explica el Dr. Waldo Quiroz en su libro, autor y actual coordinador de Armonización Curricular de Science Up en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, quien buscó simplificar el mundo de la investigación para que la gente pueda tomar decisiones haciendo uso del conocimiento científico actual.

https://www.lakomuna.cl/tienda/product/3237_naturaleza-de-la-ciencia-para-todos

Cosmovisión mapuche y el mundo de las gráficas

Visión de mundo y conocimiento de la cultura mapuche se unen con las matemáticas en esta propuesta de divulgación científica. Una profesora de matemáticas mapuche guía a sus hijos, Nahuel y Sayen, por el mundo de las gráficas observando la realidad que los rodea, quienes van aplicando lo aprendido en las actividades contenidas en cada capítulo.

“Este fue un ejercicio de creatividad, proceso en que me reflejé mucho, como en mi forma de hablar o como le respondo a mis hijos. En ese personaje (ñuke) por primera vez tuve la oportunidad de escribir algo de divulgación, pensado no solo para que los profesores de matemáticas lo lean, sino también para que padres y madres podamos dialogar sobre la idea intercultural en la familia”, expresó su autora, la Dra. Daniela Soto Soto.

https://libreria.editorialusach.cl/cosmovision-mapuche-y-el-mundo-de-las-graficas

La hermandad de las Tortugas

Una aventura marina que comienza con el viaje de Honu, tortuga verde que en búsqueda del lugar de nacimiento en el Océano Pacífico, se encuentra con sus hermanas y serios problemas asociadas a la basura plástica. Historia que además de motivar la toma de conciencia, donde estas especies son las principales perjudicadas.

“Esperamos que este libro motive la conciencia para que el problema de la basura pueda ser superado. Todas las fuentes de basura en Chile son locales, entonces las soluciones deben surgir de los mismos territorios”, expresó Paloma Núñez a la Municipalidad de Coquimbo, una de sus autoras en conjunto con Diamela De Veer, Ailin Leyton Muñoz, Daniela Honorato, Martin Thiel y Nelson Vásquez, integrantes del proyecto Científicos de la Basura.

https://educacion.mma.gob.cl/wp-content/uploads/2019/10/La-Hermandad-de-Las-Tortugas.pdf

La Ruta del Big Bang

“Estimado lector: usted está aquí.Tiene este libro en sus manos, y si no consigo llamar su atención en las próximas cinco líneas, va a dejarlo abandonado sobre la mesa. Me temo que no tengo otra alternativa que decirle la verdad sin suavizantes ni “fotoshop”, la verdad a secas: mi única intención es que usted haga valer uno de los más profundos derechos del ser humano, el derecho a acceder al conocimiento”, señala la Dra. Marcia Henríquez Bustamante en la reseña de su libro “La Ruta del Big Bang. El Universo en clase Turista”.

Obra que busca transmitir el placer que produce el saber a través de una narración atractiva sobre el origen del universo, desafío que la autora orientó a públicos de todas las edades.

https://www.letrasnomadas.cl/p/la-ruta-del-big-bang-el-universo-en-clase-turista/

El Universo con la ayuda de su pantágina

Una experiencia inmersiva es la que ofrece el libro “El Universo en una pantágina”. Atenea, una niña de ocho años con su tablet motiva a los lectores y lectoras a usar sus dispositivos móviles para explorar el Universo, hipervinculado sus párrafos con imágenes, videos, juegos y actividades de realidad aumentada.

“Si pones una imagen 2D del Sol y la Tierra no te imaginas la diferencia real en los tamaños, en cambio cuando lo ves en 3D te queda clarísimo que dentro del sol cabe más de un millón de veces la Tierra. Más entretenido todavía si tu celular te permite verlo como si estuviera en el entorno físico que te rodea”, destacó la Dra. Leonor Huerta Cancino, autora del libro en conjunto con el profesor Jhon Silva.

https://libreria.editorialusach.cl/el-universo-en-una-pantagina

¿Qué hacen las científicas?

Libro que relata el quehacer diario de las investigadoras de diferentes ramas de la ciencia, desde las más evidentes, como la Astronomía y la Química, hasta las que no lo son tanto, como la Física. Un texto de divulgación que incorpora actividades, un cuaderno de investigación y perfiles de destacadas investigadoras a nivel mundial y nacional, muchas de las cuales abren una ventana de diálogo con las y los lectores, invitándoles a contactarlas.

“¿Por qué alguien querría ser científica? A veces hay disciplinas donde es evidente, como la Astronomía, donde hay fascinación por observar el cielo, pero por ejemplo ¿qué hace una bioquímica?, ¿una física? La actividad científica, más allá de la disciplina, tiene mucho que ver con la colaboración, algo que quise que quedara plasmado en este libro”, rescató su autora, la Dra. Carla Hernández S.

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